La Real Colegiata de San Isidoro se levanta milenaria y armónicamente atrapada en su plaza, ya casi 10 largos siglos. Íntimamente ligada a la historia del reino de León, protectora de su legado y pregonera sepulcral de los restos de sus reyes guarda bajo sus muros muchas más historias de las que se puedan recordar sobre ella.
En 956 el rey Sancho I mandó erigir una iglesia en honor a San Pelayo, cerca de la iglesia de San Juan, que después se destinará a monasterio para las mujeres nobles, de ahí el nombre de colegiata. Un siglo más tarde, tras la despiadada conquista musulmana de Almanzor, Alfonso V lo reconstruirá y Fernando I y Sancha lo ampliarán, trasladando al templo las reliquias de San Isidoro y construyendo el primitivo Panteón de los Reyes. Fue su hija Urraca quien encargó las pinturas que decoran la que se ha dado en llamar Capilla Sixtina del Románico, de la que hablaremos más adelante.
Así, a lo largo de 100 años los siguientes reyes del reino en mayor o menor medida irán dotándolo de nuevos elementos artísticos hasta llegar a convertirse en la joya que conocemos hoy y donde se celebrarían, allá por el año 1188 las primeras Cortes Parlamentarias de la historia europea. Hecho incluido en 2013 por la UNESCO en el Registro Memoria del Mundo y que le han valido a León el título de Cuna del Parlamentarismo.
