Ambas tienen su origen en el siglo XIV, cuando Alfonso XI ordena su construcción en un intento por arropar defensivamente los barrios que se habían quedado a extramuros de la primitiva muralla romana. Su nombre proviene de la actividad monetaria relacionada con la ciudad, que mantuvo una importante industria de acuñación y que de una forma familiar pasaba de padres a hijos, pero esta puerta, que era conocida por estar transitada por los peregrinos que haciendo la ruta del camino francés iban hacia Santiago (por la Rúa de los Francos y hacían estación en la iglesia de Santa María del Camino o del Mercado), no estaba situada allí como paso de mercancías, era un punto monetario para que, mediante el cambio de diversos enseres por divisas, estas fluyeran, enriqueciendo toda la ciudad.
Derribada a comienzos del siglo XIX, por ser con ella la zona intransitable e insalubre, sin embargo, es la única de las antiguas puertas de las que hoy queda algún vestigio, como es el cuerpo de una de las dos torres que flanqueaban la entrada.